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Nuevos líderes al final de la pandemia

En este artículo, María Teresa Gómez Condado, directora general CEOE Campus, explica que la competencia, la colaboración, la solidaridad y la integridad son los valores que los líderes deben defender antes la crisis actual, para así ser también los líderes del futuro. Este contenido forma parte de ‘Reflexiones para la recuperación’, un espacio del Foro de Marcas donde se comparten los análisis y las reflexiones de expertos frente a la crisis generada por el COVID-19. 

Un líder es una persona que tiene la capacidad de tomar decisiones acertadas e inspirar a un grupo para alcanzar metas comunes. El interés por las cualidades que son necesarias para lograrlo ha ido aumentando a medida que crecía la complejidad de la gestión en las empresas y en la sociedad en general.

Hoy los líderes deben saber combinar intereses diversos y muchas veces contrapuestos: crecimiento económico, desafíos del medio ambiente, demandas de los inversores, clientes, reguladores, ciudadanos, etc. Todo ello en un contexto de cambio tecnológico acelerado en un mundo hiperglobalizado. El entorno en que se desenvuelven los directivos actuales ofrece oportunidades impresionantes, pero los riesgos que asumen la mayoría de las veces son enormes.

Sin embargo, la crisis que estamos viviendo en las últimas semanas desborda todas las previsiones. Ni siquiera un intelectual tan visionario como Yuval Nuah Harari ha podido vislumbrar la amenaza que se nos venía encima.

«Los líderes que ya existen en la empresa, la política y la sociedad, deben dar un paso al frente y defender nuevos valores, que ahora son imprescindibles para resolver los enormes desafíos que tenemos por delante.»

Lo que ocurre es un ejemplo paradigmático del entorno VUCA del que tanto hemos hablado. Volatilidad, ya que un virus ha impactado a la vez en la salud, la economía y la sociedad de todo el planeta.  Incertidumbre, sobre cómo va a resolverse la crisis y sobre cómo será el mundo cuando ésta acabe. Complejidad, ya que no tenemos precedentes de algo parecido en ninguna época. Ambigüedad, ya que no hay culpables ni causas que tengan su origen en decisiones humanas.

Por ello nos cuesta tanto entender como hemos podido volvernos tan frágiles y porqué se están alterando, de repente, todas las bases de nuestra forma de vida. Es la primera vez que muchos empezamos a pensar que el progreso es un proceso reversible.

Hay algunas consecuencias que podemos atisbar en el horizonte y que de forma magistral ha resumido recientemente el filósofo y analista inglés John Grey. Cambios geopolíticos en el reparto de poder en el mundo, defensa de la producción local y por lo tanto reducción de la globalización, limitación de la movilidad de nuestra vida física y desarrollo exponencial del ciberespacio, adonde trasladaremos muchas de nuestras actividades, ampliación de la vigilancia estatal, crisis del Estado Liberal y de entidades supranacionales como la Unión Europea, por su incapacidad para dar respuesta a los desafíos a los que nos enfrentamos… Son, cada una de ellas, consecuencias de gran calado, pero juntas dan vértigo.

Mi opinión es que, en estas circunstancias, los líderes son más necesarios que nunca. Porque los que lo son de verdad, pueden desempeñar su papel en las peores circunstancias, logrando los mejores resultados.

El mejor experto en management de todos los tiempos, Peter Drucker, decía que “la excelencia de un líder se mide por su capacidad para transformar los problemas en oportunidades”. Henry Kissinger creía que “la tarea del líder es llevar a la gente desde donde están hasta donde no han estado”. Esto es justo lo que necesitamos ahora. Es la hora de la verdad. No comparto la idea de que la humanidad carezca en estos momentos de líderes para resolver la crisis del coronavirus. Lo que creo es que, los que ya existen en la empresa, la política y la sociedad, deben dar un paso al frente y defender nuevos valores, que ahora son imprescindibles para resolver los enormes desafíos que tenemos por delante. Menciono algunos de ellos.

Competencia. Cualquiera no puede liderar, hay que tener preparación, conocimientos en muchas áreas y además ser capaz de tomar decisiones difíciles anticipando sus consecuencias. Tienen que demostrar que merecen la responsabilidad que ejercen. Y ser además inspiradores, porque como decía Albert Einstein: “en los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”.

Colaboración. El liderazgo que necesitamos no es individual, es de equipo. Porque formamos parte de un complejo ecosistema integrado por una multiplicidad de elementos y relaciones.  Creo que esta crisis solo la podemos vencer con oleadas de iniciativas que nazcan del compromiso de todos: accionistas, directivos y empleados, gobernantes y ciudadanos, expertos e intelectuales.

Solidaridad. Durante la crisis estamos asistiendo a fenómenos muy edificantes: la generosidad cercana al heroísmo de numerosas profesiones, los cientos de miles de voluntarios que se ofrecen en todos los países para ayudar a los más vulnerables y muy de destacar, la solidaridad ejemplarizante de muchas empresas.

En este aspecto, quiero poner en valor el proyecto que ha puesto en marcha la Fundación CEOE: “Empresas que Ayudan”. Consiste en coordinar las aportaciones de todo tipo de empresas para atender las necesidades de materiales y servicios que vayan surgiendo en la lucha contra el COVID-19. La iniciativa permite comprobar la faceta más generosa y solidaria de las empresas para ayudar a frenar la pandemia: aportaciones económicas, compra de material, puesta a disposición de su experiencia en mercados internacionales, oferta de instalaciones, reparto de alimentos, etc.

Integridad. Para mí es la cualidad más importante del líder. Permite impulsar acciones y renovar ideas para poder vivir en un mundo alterado. Creo que, en las actuales circunstancias, muchos líderes quedaran para bien o para mal retratados. Es un hecho demostrado que las crisis siempre afloran lo que cada uno lleva dentro.

En conclusión, los líderes después de la pandemia serán aquellos que acepten el desafío de combinar con éxito valores como la confianza, la humanidad y la competencia para resolver los retos del futuro.

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