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La geopolítica abre un nuevo ciclo a la inversión en el mundo

Por Luis Aparicio

La palabra guerra ha vuelto a saltar a las portadas de los periódicos. No solo la invasión rusa a Ucrania, también amenazas como la de Estados Unidos a China si osa entrar en Taiwán o los conflictos larvados en otras partes del mundo, caso del enfrentamiento entre Irak y Arabia Saudí. Después de casi tres décadas de cooperación mundial, la globalización está en peligro, dando paso a guerras comerciales y por la conquista de materias primas que se han convertido en determinantes en estos primeros meses de 2022. La búsqueda de estos productos y de minerales tan necesarios en la economía verde pueden dar lugar a más problemas geopolíticos.

El banco estadounidense Goldman Sachs se refiere en un reciente estudio a que este año hemos entrado en un nuevo ciclo que bautiza como ‘posmoderno’, bien distinto a los años transcurridos entre 1980 y 2022. El nuevo ciclo se caracteriza porque “la inflación es un riesgo mayor que la deflación; la regionalización domina sobre la globalización; los recursos se vuelven escasos con mano de obra y productos caros; hay una necesidad de más inversión, los gobiernos se vuelven más activos; y los inversores se centran más en los márgenes que en los ingresos”, indican.

La geopolítica se ha convertido en clave para la marcha de las economías y de los mercados financieros. Y esto ya es presente. La voluntad de Europa de desprenderse de su dependencia energética de Rusia por la invasión de Ucrania se traduce en aumento de los precios de los recursos, principalmente el gas natural. También está teniendo consecuencias en los resultados de muchas compañías europeas y estadounidenses que han abandonado su actividad comercial con Rusia, como IKEA, Microsoft, o McDonald’s, más de 300 multinacionales que han dicho ‘do svidaniya’ (adiós) a sus beneficios en el país presidido por Putin.

Y estos boicots a la economía rusa han tenido también su reflejo en el mundo financiero. Las principales gestoras de dinero del mundo se niegan a invertir en ese mercado financiero y, además, se han producido salidas sonadas como la del fondo soberano noruego que deshacía sus posiciones tres días después del 24 de febrero, fecha de la invasión a Ucrania por parte de las tropas rusas. El fondo soberano de Noruega (NBIM, por sus siglas en inglés) mueve nada menos que 1,22 billones de euros en todo el mundo. Nicolai Tangen, director ejecutivo del fondo soberano noruego declaraba recientemente que «las consecuencias geopolíticas de la guerra son difíciles de predecir, pero probablemente nos enfrentemos a los mayores cambios en 30 años. Hay pocas dudas de que las crecientes fricciones entre las superpotencias y una reversión de la globalización afectarán a los mercados«, advierte.

Goldman Sachs: “la inflación es un riesgo mayor que la deflación; la regionalización domina sobre la globalización; los recursos se vuelven escasos con mano de obra y productos caros; hay una necesidad de más inversión, los gobiernos se vuelven más activos; y los inversores se centran más en los márgenes que en los ingresos”.

Pero el efecto más global en el conjunto de las economías mundiales ha sido la fuerte subida de los precios. Ya había, cierto es, un tensionamiento como consecuencia de la una oferta de productos insuficiente tras el parón de la pandemia de la Covid-19, pero perder al principal país exportador de materias primas, Rusia, y a Ucrania, como uno de los grandes productores agrícolas, ha dado definitivamente un espaldarazo a las tensiones en los precios. Una escalada que la propia ONU cree que puede ser causa de hambruna en los países más débiles del mundo. Y no hay más que ver que son la energía y los alimentos los grandes grupos con mayores incrementos. Y de mantenerse la situación por mucho tiempo, tendrá su reflejo en los salarios, afectando como ya está ocurriendo a la llamada inflación subyacente. Como indica Víctor Alvargonzález, director de estrategia y socio fundador de la firma de asesoramiento independiente Nextep Finance, “la geopolítica ha consolidado un escenario de más inflación en el mundo y llevará cierto tiempo arreglar esta situación, ya que en buena medida responde a unas sanciones impuestas por las economías occidentales”. Una idea que refuerza Patrick Rivière, presidente ejecutivo del Grupo La Française: “sea cual sea la orientación actual de la política monetaria, la realidad es que la inflación a medio plazo será previsiblemente más alta que en el pasado, tanto porque el declive de la globalización que reduce el beneficio de las ventajas comparativas en el comercio internacional, como porque la necesaria transición energética aumentará los costes de producción”, explica.

Como consecuencia del alza de los precios, a la situación geopolítica puede también achacarse la subida de tipos de interés que ya han iniciado Estados Unidos o Gran Bretaña y que se espera llegará en julio a una eurozona cuyos mercados han puesto fin a los tipos negativos. Otras economías emergentes, especialmente las latinoamericanas, también han iniciado un proceso de subidas en su precio del dinero. Y estos tipos más altos han traído una rebaja en las previsiones de crecimiento en el mundo. Desde Crédito y Caución han rebajado el crecimiento mundial en 0,7 puntos porcentuales para este año hasta el 3,4% y en 0,4 puntos para 2023 hasta el 3,2%, aunque indican que “este crecimiento está sujeto a un alto nivel de incertidumbre”. Y añaden: “además, el conflicto Rusia-Ucrania está distorsionando algunas cadenas de suministro específicas, como la de los semiconductores o la industria automotriz”, indican.

Y esa incertidumbre tiene su traducción en volatilidad para los mercados financieros y la economía. Como explica Víctor Alvargonzález, las previsiones económicas son ahora mucho más difíciles de concretar. En el caso de la guerra de Ucrania, considera que “este conflicto es para siempre, como ocurre con las dos Coreas o con Israel y Palestina”. En su opinión será fuente continua de volatilidad al igual que el enfrentamiento China y Estados Unidos por la primacía mundial o el desatado en los países árabes por motivos religiosos, casos de Irán y Arabia Saudita, según explica este experto.

Pero no todo es negativo, sino que habrá que saber funcionar en este nuevo entorno. Según el último informe de la firma de consultoría de riesgos y correduría de seguros Marsh, ‘Political Risk Report 2022’, “las empresas que comprendan cómo influyen estos entornos en las tensiones existentes entre países y regiones estarán mejor situadas para beneficiarse de las recompensas potenciales que encierran”, explican.

Una visión en la que abunda el profesor de Esade, Xavier Ferràs, y que trae nuevos vientos a Europa: “Existe una importante ventana de oportunidad para Europa. Con la pandemia, nos dimos cuenta de que no teníamos suministros estratégicos, ni textiles avanzados, ni producción 3D, ni chips electrónicos. Nos faltaba todo tipo de industria”, explica. Y la guerra en Ucrania  también ha sido un revulsivo, según Ferràs: “ha acelerado el sentido de urgencia en la integración Europea. Europa está sola entre EEUU (que no está tan claro que sea nuestro aliado) y un bloque autocrático con China y Rusia al frente. Nuestro bienestar no está garantizado”.

Retraso medioambiental

A veces, un dato habla más que muchos folios. La petrolera saudí Aramco se ha erigido en estos días como la empresa más valiosa de las cotizadas en el mundo, desbancando a Microsoft que ostentaba este primer puesto. La capitalización bursátil de la firma energética es ahora de 2,43 billones de dólares, frente a los 2,04 billones de dólares de la tecnológica creada por Bill Gates.  Un movimiento que refleja, al menos de forma temporal, el cambio que atraviesan las fuerzas que mueven la economía mundial.

Este nuevo enfoque hacia la energía llevó a la eurozona a calificar de verdes el gas natural y la energía nuclear en un rápido cambio de opinión, no sin polémica, para favorecer inversiones. También en el borrador que presentó recientemente sobre la inversión en armas, busca hacer una pirueta entre aquellas de destrucción masiva frente a otras que puedan calificarse como defensivas. Así, mucho de los principios de la llamada ESG (Environmental, Social and Governance) que han buscado fomentar la inversión responsable en el mundo se están poniendo en cuestión con el conflicto ucraniano.

“Las empresas que comprendan cómo influyen estos entornos en las tensiones existentes entre países y regiones estarán mejor situadas para beneficiarse de las recompensas potenciales que encierran”, según la firma de consultoría de riesgos y correduría de seguros Marsh en su ‘Political Risk Report 2022’.

Sin duda, uno de los bandazos más sonoros lo protagonizó el presidente del mayor gestor mundial, Black Rock, con 10 billones de dólares invertidos en todos los mercados. Larry Fink, director ejecutivo de este gigante financiero y, hasta ahora acérrimo defensor de las energías verdes, declaraba recientemente que “la invasión rusa de Ucrania había cambiado el escenario, y se requiere más inversión a corto plazo en la producción de combustible tradicional para impulsar la seguridad energética”. Así, las propuestas para dejar de financiar a las empresas de combustibles fósiles, obligarlas a desmantelar activos o para marcarles objetivos absolutos sobre la reducción de emisiones en sus cadenas de suministro y sus clientes, “no las consideramos consistentes con los intereses financieros a largo plazo de nuestros clientes”, indicó la propia gestora en un comunicado reciente. Y eso que Fink había argumentado en 2020 que “el riesgo climático es un riesgo de inversión”.

Existe, por tanto, una contradicción entre los planes ESG que se habían marcado y que ha virado unos cuantos grados con el nuevo escenario geopolítico. La transición energética es inflacionista y requiere de fuertes inversiones. Patrick Rivière explica que Europa “solo puede alcanzar su independencia energética aumentando significativamente sus inversiones en energías bajas en carbono y mejorando su eficiencia. El escenario requiere un nivel de inversiones a la altura de las realizadas después de la Segunda Guerra Mundial”. Un compromiso que llevará su tiempo y ha provocado iniciativas tan curiosas como la de la presidenta de la Asociación de Agencias de Viajes Independientes de Alemania, que ha reclamado que el Gobierno alemán subvencione con 500 euros a los jubilados alemanes para que pasen el invierno en España y así ahorrar gas en su país.

Los más optimistas creen, sin embargo, que dejar de depender del gas y el petróleo rusos acelerará las inversiones para conseguir una energía verde antes de los plazos ya fijados. “Varios de los eventos negativos que estamos viviendo en nuestros días, como la guerra en Ucrania, los problemas en las cadenas de suministro mundiales y el aumento de la inflación y los precios, están acelerando la transición hacia una economía más sostenible”, explica Patrick Rivière.

Desglobalización

Otro de los aspectos preocupantes, causado en gran medida por los problemas geopolíticos es la desglobalización que amenaza a la economía mundial. Volviendo al máximo ejecutivo de Black Rock, Larry Fink, sentenció que “la guerra en Ucrania marca el fin de la globalización” y también los analistas de Goldman Sachs hablan de una mayor regionalización de la producción.

Julie Dickson, directora de Inversiones, Capital Group, explica que “la globalización contribuyó a mantener reducido el poder de negociación de la mano de obra local en relación con el resto del mundo. La mano de obra barata y la producción de bienes a bajo coste en otras partes del mundo ayudaron a reducir las tasas de inflación en Europa y Estados Unidos. Ahora vemos que nos acercamos a un cambio en la producción, un fenómeno que se agudiza por los desafíos de la cadena de suministro y las presiones geopolíticas”, indica.

Crédito y Caución destaca a los emergentes como los más sensibles a la situación con un crecimiento del 3,7% para este año después de crecer al 6,9% en el anterior. Destaca a Europa del Este como la zona más perjudicada ya que se enfrenta a la pérdida de las relaciones comerciales con Rusia, la depreciación de la moneda y una crisis de refugiados.

Por su parte, Víctor Alvargonzález limita esta posibilidad de desglobalización fruto de las tensiones geopolíticas a un reducido número de productos como pueden ser los semiconductores para evitar situaciones de desabastecimiento que afecten a industrias clave. Sin embargo, cree que es exagerado pensar que se viva este proceso en numerosos productos y se pregunta: ¿por qué voy a dejar de producir en México o China si resulta más barato que hacerlo en mi país?

Para el profesor de Esade, Xavier Ferrás, el tema tecnológico es clave en la nueva geopolítica que se nos presenta. “El mundo que viene es un mundo hipertecnológico. Las inversiones que se están volcando en I+D son estratosféricas. Se acerca una Edad de Oro de la innovación, en medio de esta II Guerra Fría inducida por la competencia estratégica entre China y EEUU”. Y añade: “Los vientos de la reindustrialización inteligente están llegando a todas partes. La aprobación en España del PERTE de semiconductores es una muestra. 12.000 millones, de los cuales 9.000 millones parecen destinados a atraer fábricas de chips. En definitiva, los vientos que soplaban hacia Asia han cambiado de rumbo. Toca desplegar nuestras redes y atraer agresivamente actividades de industria avanzada y alta tecnología. Tenemos condiciones: calidad de vida, talento, ciencia de excelencia y salarios asequibles”, concluye.

Javier García Arenas, economista sénior en la unidad de Macroeconomía del Departamento de Estudios de Caixabank, muestra en un reciente artículo su preocupación si se produce un fenómeno de desglobalización. En su trabajo indica que el sentimiento antiglobalización de muchos sectores de la población fue uno de los factores que condujo a la Primera Guerra Mundial entre 1914 y 1918. Finalmente, la Gran Depresión le dio la estocada final a la primera oleada: los países reaccionaron implementando políticas proteccionistas a gran escala, lo que provocó un agravamiento sustancial de la crisis económica de 1929, con amplias repercusiones globales.

Y afirma que “la globalización se enfrenta a una encrucijada histórica y que es ahora el momento de acometer los retos pendientes que la han puesto en entredicho. Lo cierto es que somos moderadamente optimistas: el actual sistema de gobernanza global dispone de un amplio abanico de instrumentos para forjar una globalización más moderna e inclusiva. Pero si no se avanza por esa senda, corremos el riesgo de que la sombra del pasado se convierta en la pesadilla del presente. De todos depende no tropezar dos veces con la misma piedra”, concluye.

Beneficiados y perdedores

En la coyuntura actual no todos los países se están viendo afectados de igual manera por la guerra de Ucrania como la gran incertidumbre geopolítica que ahora vivimos, aunque inflación, subida de tipos y menos globalización son aspectos comunes. Europa está más afectada que Estados Unidos y que China. Estos dos últimos países, incluso se pueden beneficiar por las mayores ventas energéticas del primero (sobre todo gas natural) y por compras más baratas en caso del segundo con los recientes acuerdos firmados con Rusia.

Para Xavier Ferrás, de Esade, “los vientos de la reindustrialización inteligente están llegando a todas partes. La aprobación en España del PERTE de semiconductores es una muestra. Los vientos que soplaban hacia Asia han cambiado de rumbo. Toca desplegar nuestras redes y atraer agresivamente actividades de industria avanzada y alta tecnología”.

Crédito y Caución destaca a los emergentes como los más sensibles con un crecimiento del 3,7% para este año después de crecer al 6,9% en el anterior. Destaca a Europa del Este como la zona más perjudicada ya que se enfrenta a la pérdida de las relaciones comerciales con Rusia, la depreciación de la moneda y una crisis de refugiados. Los beneficios teóricos para economías latinoamericanas exportadoras de materias primas se ven limitados el encarecimiento del precio del dinero y una menor entrada de flujos de capitales ante las pérdidas registradas en los mercados desarrollados.

Existen, como explica Alvargonzález, países como la India cuyo no alineamiento político les permite jugar un papel de árbitro en el comercio internacional. Por ejemplo, en la compra de petróleo o materias primas a Rusia y su posterior reventa a otros países.

El informe ‘Political Risk Report 2022’ apunta que las presiones inflacionarias están dejando atrás países y zonas menos resistentes desde el punto de vista social, y menos eficaces desde el punto de vista institucional. “Casi el 60% de las 197 jurisdicciones analizadas en el informe experimentaron un deterioro de sus perfiles de deuda soberana, y más de la mitad presentaron un mayor riesgo de violencia interna. Este deterioro es evidente en África y América Latina, tras la intensificación de la crisis en Ucrania, pero hay señales de posibles rupturas también en varias economías del sudeste de Asia”, concluyen en su informe.

Foto principal: NASA en Unsplash.

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